" Creo que nunca, hasta ahora, había sido consciente de la Plaza Matriz. Debo haberla cruzado mil veces, quizás maldije otras tantas ocasiones el desvío que hay que hacer para rodear la fuente. La he visto antes, claro que la he visto, pero no me había detenido a observarla, a sentirla, a extraer su carácter y reconocerlo.
Estuve un buen rato completando el alma agresivamente sólida del Cabildo, el rostro hipócritamente lavado de la Catedral, el desalentado cabeceo de los árboles. Creo que en ese momento se me afirmó definitivamente una convicción: soy de este sitio, de esta ciudad. En esto (es probable que en nada más) creo que debo ser un fatalista. Cada uno ES de un sólo sitio en la tierra y allí debe pagar su cuota. Yo soy de aquí. Aquí pago mi cuota. Ese que pasa (el de sobre todo largo, la oreja salida, la ronquera rabiosa), ése es mi semejante. Todavía ignora que yo existo, pero un día me verá de frente, de perfil o de espaldas, y tendrá la sensación de que entre nosotros hay algo secreto, un recóndito lazo que nos une, que nos da fuerza para entendernos. O quizá no llegue nunca ese día, quizá el nunca se fije es esta plaza, en este aire que nos hace prójimos, que nos empareja, que nos comunica. Pero no importa, de todos modos, es mi semejante."
La Tregua
Mario Benedetti
Muchas veces no somos conscientes de nuestro lugar de pertenencia, el lugar del cual nos apropiamos hasta que pasamos por aquellos momentos de trance emocional, es ahí donde nos damos cuenta de pequeños detalles desapercibidos hasta ese instante, pequeños detalles que componen el espíritu del lugar. Empezamos a construir una relación mucho más fuerte de amor-nostalgia-odio-olvido con nuestras calles, nuestras plazas,nuestro hogar, etc. porque empezamos a percibir el espacio a partir de sentimientos y nuestras historias previas. Las relaciones con el lugar no son nada sin la charla matutina de la casera del pan, las ofertas vociferadas de la vendedora de frutas, los chistes del loco del vecindario, el saludo de nuestros vecinos, relaciones intrapersonales que trascienden el espacio y se quedan impregnados en la memoria. Cada elemento, el olor, los sonidos, las personas, el lugar,la palabra, la luz...hacen de nuestro vivir algo extraordinario, algo que nos hace del lugar, y el lugar se hace nuestro. Algo más que un simple habitar.